Todo el mundo tiene su parte oscura

jueves, 4 de agosto de 2011

Ríete de la suerte.

 Sonó en mi despertador la canción que yo más odiaba, así que la apagué. Me levanté con el pie izquierdo tentando a la suerte y miré el calendario, martes 13, "oh sí" -pensé- "hoy será un buen día".

 Riéndome, abrí un paraguas en mi habitación y bailé, sí, pero sin lluvia.
Salí a la calle, hacía un sol que cegaba a la vista, así que me puse a cantar.
 Pasé por debajo de una escalera sin darme cuenta, y cuando me di cuenta, me descojoné, retrocedí y repetí el proceso.
A medida que avanzó la tarde, el sol se fue marchando dando paso a unas nubes negras que trajeron consigo un buen diluvio-¡El paraguas que utilicé en mi casa me hubiera servido de gran ayuda!-pero no me importó.
 Un gato negro cruzó corriendo la carretera delante mía.
 Me pregunté dónde estaría el espejo que me faltaba por romper y reí, reí muchísimo.
 Regreso a casa me caí del bordillo y juraría que me hice un esguince. No me importó. Nada de nada. De hecho, estaría por apostar, que ese día
absolutamente nada
podría borrarme la sonrisa de la cara.

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